Riópar: Una escapada al corazón de Albacete – Día 2

¡Hola GreenTravellers! Hoy os traemos la segunda parte de nuestro viaje a Riópar. En nuestro segundo día explorando Albacete, hicimos la ruta al nacimiento del Río Mundo y visitamos un par de municipios conocidos de la provincia: Alcaraz y Ayna. ¿Preparado? Sigue leyendo, que te contamos…

Como te contábamos en el post anterior, antes de acostarnos organizamos el segundo y último día. Nos levantamos sobre las 8:30 para salir al rededor de las 9:30 (la idea era salir a las 9:00, pero llovía a mares y decidimos esperar un poco para ver si paraba), desayunamos, recogimos todo, cargamos el maletero y entregamos la llave de la cabaña. Había estado lloviendo y nevando por la noche, así que tuvimos que cambiar el recorrido al Río Mundo. En un principio íbamos a hacer la ruta desde la misma Finca Lagunazo, desde donde es posible llegar al nacimiento, pero el agua inundó una parte del recorrido y hubo cambio de planes, así que se nos hicieron las 10:00.

Afortunadamente, la nieve no había cuajado en nuestra zona y pudimos llegar al punto de partida sin problema, aunque vimos las cumbres blancas de las montañas durante toda la mañana. Condujimos hasta el Puerto del Arenal, a unos 1.100 metros de altura, donde hay un aparcamiento bastante amplio. Una vez allí, solo hay que cruzar la carretera con precaución e iniciar la ruta. El sendero empieza a la izquierda, señalizado en todo momento con unas flechas blancas y verdes visibles hasta el final de la ruta. Además, el sendero está muy marcado por el paso de la gente, así que resulta casi imposible perderse.

La primera parte del recorrido cruza una parte del bosque, parte del Parque Natural del Río Mundo y de la Sima, donde el encanto es, básicamente, caminar rodeado de frondosos y elevados pinos respirando un aire fresco difícil de encontrar en las ciudades. Como solemos viajar en temporadas bajas, no nos cruzamos con más de cuatro personas en toda la ruta, algo que te hace valorar aún más el entorno por el que caminas. Llovió todo el tiempo, pero bien equipado no es un problema (siempre y cuando no caiga un diluvio). Nosotros llevábamos pantalón y zapatos de montaña, camiseta térmica y un chubasquero básico pero súper necesario, que os compartiremos por redes sociales, porque es práctico y barato.

Cuando se terminó el sendero, llegamos a la carretera que lleva al aparcamiento del área de visitantes del Río Mundo. Si no sois de caminar demasiado, siempre podéis realizar el recorrido desde allí y ahorraros unos kilómetros. Cruzamos el paso de peatones y descendimos por otro sendero hasta llegar a otra carretera asfaltada, algo más estrecha que la anterior, por la que continuaba la ruta. Las vistas a montañas nevadas no desaparecieron en todo el camino, y en algunos puntos hay panorámicas espectaculares imposibles de no fotografiar.

Tras un largo paseo, ambas carreteras se unían siguiendo las flechas para llegar a otro sendero y, a través de él, al área recreativa del Río Mundo, dotada de aparcamiento, merenderos, aseos y centro de visitantes, cerrado cuando lo visitamos, al igual que los aseos, entendemos que por la poca afluencia de la época. Desde allí, la forma del camino cambia, notándose un circuito más elaborado para llegar al nacimiento, con zonas bien delimitadas (algunas con barandillas), escalones de piedra, señalización y algún panel informativo.

Tras la subida, llegábamos al nacimiento del Río Mundo, dónde dos puentes de piedra te situaban en medio del cauce, protagonizado por la distribución de las piedras y el paisaje que había a nuestras espaldas. Una vez allí, solo nos quedaba hacer mil fotos y empezar el camino de vuelta. En la ruta de Wikiloc tenéis todos los detalles de la ruta (ida y vuelta) y también fotos de los puntos clave del recorrido.

Cuando llegamos al parking dejamos las cosas en el maletero y preparamos la ruta hacia Ayna y Alcaraz. Mientras organizábamos, un hombre nos ofreció un menú de dos platos, bebida y postre en un restaurante local, ‘Venta el Laminador’, por 10€, y como no teníamos ningún plan previsto para la comida, fuimos hasta allí. Además, el hombre del aparcamiento, que era el dueño del establecimiento, nos dio una invitación para tomar dos cañas gratuitas mientras esperábamos la comida. Probamos las migas y carne a la brasa, ambas cosas ricas y frescas, pero las migas fueron el plato favorito. Nos salió barato y comimos bien en relación a lo que pagamos.

Cuando terminamos pusimos rumbo a Alcaraz, uno de los pueblos que visitamos antes de regresar a casa. Por carretera de montaña (en buen estado) empezamos a encontrarnos con la nieve conforme nos acercábamos al puerto de Crucetas. Y obviamente hicimos una parada rápida en un pequeño merendero situado a la izquierda de la carretera (en dirección de subida). Lo cierto es que la nieve nos acompañó durante buena parte del camino, tanto hacia Alcaraz como hacia Ayna, pero las carreteras, incluso las que estaban en peor estado, estaban limpias y despejadas, por lo que pudimos conducir sin problemas. Con lo que si hay que llevar precaución en estas carreteras es con los animales, ya que la cruzan frecuentemente.

Tras unos 45 minutos llegamos a nuestro primer destino. Alcaraz está considerado uno de los conjuntos históricos y arquitectónicos más bonitos de la provincia de Albacete, con las ruinas de un castillo, desde las que hay unas vistas panorámicas de todas las montañas, además de una plaza, iglesia y calles pintorescas. Es una visita muy recomendable y rápida, aunque es cierto que no vimos mucho movimiento de gente, probablemente porque hacía frío y era entre semana. Visto el municipio, recargamos gasolina e iniciamos la ruta a Ayna. Por el camino nos topamos con un santuario dedicado a la Virgen de Cortes, aún en el término municipal de Alcaraz, y paramos a visitarlo. Era muy amplio y con zonas al aire libre bien cuidadas que rodeaban la iglesia dentro del recinto.

58 kilómetros después llegamos a nuestra última parada: Ayna. Realmente no entramos en el casco urbano de este municipio, sino que paramos en sus dos miradores más populares: el Mirador del Diablo y el mirador de la película ‘Un viaje en sidecar’. Desde ambos se tiene una vista espectacular del pueblo, conocido como la ‘Suiza manchega’, y de las montañas que lo rodean. El acceso a ambos es algo peligroso, ya que hay que parar a un lado de la carretera y, en el caso del mirador de película, también cruzarla para llegar a él. Pero quitando el relativo riesgo son ambos dignos de visitar. De hecho, en el segundo, se conserva un Sidecar decorativo en el que se puede subir y hacer fotos.

Y así pusimos fin a nuestra aventura manchega, recorrimos los 300 kilómetros de vuelta y llegamos a casa. Sin duda es una experiencia que os recomendamos encarecidamente y sobre la que nos podéis hacer todas las preguntas que queráis: precios, rutas, otros destinos, gastronomía… Sabéis que siempre os daremos consejos desde el punto de vista más sostenible y os ayudaremos a vivir de otra manera estos lugares.

¡Hasta la próxima!

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